Vivía escondido en una cabaña remendada con mentiras de las gordas. Le despertaba un temblor de vergüenza y corría a untar tostadas de mermelada desalmada. Bocados de pan mustio. Sorbos de café tifoideo.
Saciaba su hambre histérico de cuentos nuevos, montado en un triciclo que le conducía a caminos iluminados por luces de neón. Mataba orcos, con los ojos tristes. la lengua manchada de caramelos cáusticos. la nariz saturada de alegría postiza. Victorias con confeti edulcorado.
Saciaba su hambre histérico de cuentos nuevos, montado en un triciclo que le conducía a caminos iluminados por luces de neón. Mataba orcos, con los ojos tristes. la lengua manchada de caramelos cáusticos. la nariz saturada de alegría postiza. Victorias con confeti edulcorado.
Y cuando volvía a casa con la ropa sucia, el corazón en el calcetín, el alma en el nudillo, entonaba plegarias que rebotaban en el infierno, suplicando a los orcosmuertos una grieta de compasión.
6 comentarios:
¿Sabes qué es lo que más me gusta de este texto? El tiempo verbal en el que está escrito.
Me en-can-ta MUNCHO... ;**
creo que nat ha dado en el clavo. un paseo -un paseo pasado- por el jardin de los monstruos. genial.
Vaya tela! Olé Sublimadora.
me encanta, sí señora...
Madre mía.. hasta he dibujado en mi mente la cabaña, la tostada, el confeti edulcorado y el corazón en el calcetín. Preciosa radiografía, Vargas
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