El hombre del saco se pasea por las plazas mendigando gritos a los juguetes olvidados.
Se restriega el saco por la espalda. El roce le cubre la memoria de sollozos bajitos.
Las manos que un día fueron fuertes de sustos, le palpitan. Se le han convertido en ausencia devorada por otros monstruos. Otras bestias que no saben qué hacer con el miedo.
El hombre del saco sólo encuentra silencio.
Aquí ya nadie tiembla.
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