24 mar 2011

El callejón con salida


Paseaba, como siempre, por las calles de aquella ciudad tan abiertamente humana como salvajemente hostil. Normalmente, durante sus paseos se paraba a hablar con la gente o si no tenía un día muy católico, como mínimo, les saludaba con una mueca abandonada, suficiente para que quien se cruzara con él se sintiera reconocido.


Hacía tiempo que había comprendido que los gestos de sus vecinos no eran más que pura mímica de inocencia de plástico con la que ya no se sentía cómodo. Estaba agotado de ser cordial y ya no le importaba entregarse a las malas formas. Es más, lo hacía con un gusto casi perverso. Esa noche, se negaba a dedicarles tiempo a aquellos habitantes desalmados.

Después de un largo rato caminando, llegó al callejón en el que acababan todos sus paseos nocturnos. Desconocía qué especie de atracción mágica terminaba siempre arrastrándole hasta allí. Pero aquella noche había abandonado su voluntad. Aquella noche, no discutió con sus pies cuando se enzarzaron en una especie de marcha militar, firme y ligera, directa al callejón.

El mismo recorrido infinitas veces, una y otra vez, todas las putas noches.

Y por fin llegó. De nuevo allí. Su callejón. El de las ilusiones estranguladas. El callejón que escocía.

Se paró en seco y lo contempló. Pensó en mil cosas a la vez, estúpidas, disparatadas, insoportables pero suyas. Ridículas, vergonzosas, humillantes pero sólo suyas. Ácidas, sádicas, cínicas pero absolutamente suyas.

Dulce caos de pensamientos casi oníricos de los que sólo él era el dueño.


De golpe, encogió los músculos de los labios y se le escapó una expresión ahogada: Lárgate de aquí.


Cogió el metro de regreso a casa. Se metió en la cama y recorrió mentalmente la secuencia de su paseo. Al fin y al cabo, se dijo, sólo se trata de una calle remota y corriente, como todas las demás.

Cerró los ojos y se dió las buenas noches.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Un saludo. Como siempre, no puedo dormir mucho. Pero luego seguro que me echo la siesta. Me alegro de que me quede un pedazo de cerebro para haber recordado eso de vargas + sublima. Y con san google..., te he encontrado. No prometo ninguna fidelidad, pero me lo pongo en favoritos para visitarte.

Pereira

Anónimo dijo...

Ah, salud para los terapeutas Carlos y nat. Ahora me doy cuenta de que el blog es un trío.

Pereira

lavargasSublima dijo...

Qué bien que nos tengas en favoritos, jeje... Gracias por una noche de muchas risas y de literatura. Lo pasé genial.
Un abrazo, Pereira.