Todavía me asusta tu muda conmoción,
tu mano inerte sujetada a la cama,
en aquella habitación con paredes que constituyeron las fronteras del mundo.
Todavía me sorprendo cuando te pienso,
silbando canciones que sólo tú conocías,
aplastando el silencio que gritábamos los vivos.
Todavía me enojo cuando defiendo tu muerte,
y nadie entiende que no te dejaron ser el protagonista del libro de los sufrimientos.
1 comentario:
grande, muy grande.
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