Con una prisa firme y agónica, se dirigió al cajón macabro del final del pasillo.
Había llegado el momento de su propia disección.
Agarró el bisturí y con pulso firme lo hundió en su abdomen. La carnicería quedaba inaugurada.
Observó el amasijo de vísceras entrelazadas, ordenadas a la vez que caóticas. No sabía por dónde empezar.
Se partió la costilla y empezó el despiece, la reducción de su contenido. Cogió el intestino, se le escurría entre los dedos. Con aquel pedazo de carne cruda construyó una caverna, un hueco oscuro pero tranquilizador. Ya volvía a tener un escondite para cuando su alma rugiera de desesperación.
El páncreas lo desechó, sin apenas pensárselo dos veces. Le resultaba una víscera rídicula, un sinsentido. Un ente indecente que generaba líquidos con la única finalidad de destruir moléculas. Fuera, estaba huyendo de lo destructivo.
De repente, cayó en la cuenta de que aquel arduo trabajo había disecado su boca. Sed, mucha sed. Ya no podía pensar en otra cosa. Se acercó el vaso, virtió un chorro de whisky. Doble, se dijo. El acontecimiento lo merecía. Se escurrió el hígado. Aderezo de bilis. Tragó sin pausa hasta acabar con la sed. Le sorprendió el regusto inhumano que impregnó sus papilas.
Ahora sí. Había llegado el momento por el que, toda aquella cirugía delirante, no podía entenderse como un acto siniestro. Arrancó su corazón, lo observó como si de un trofeo de guerra se tratara. Era asquerosamente rojo y seguía sorprendentemente vivo. Se lo acercó a los labios y entonó un ruego, el ruego de la metamorfosis.
4 comentarios:
y lo consiguió.
(qué cosas, este fin de semana en el máster he presentado el trabajo de nebreda, versión 2011)
un besazo, poeta.
;)) gracias.
(sí,sabía que lo presentabas éste finde, el finde de la deconstrucción)
En la boca te queda el aliento mudo de las tripas. Con el tiempo, desaparece el dolor del movimiento viscoso de los órganos recolocados y lo seco se riega de gestos húmedos. Lo comparto. :)
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