El niño triste de soledad.
La chica con colmillos de mal humor.
Ambos vivían entre cuatro paredes y, sin saberlo, muy cerca el uno del otro.
Pasaron mil inviernos,
descorazonados y descalzos,
vagando en círculos,
hasta que, por fin,
se cruzaron en la fábula de la perfecta esquina de una isla de
asfalto cualquiera, en la oportunidad exacta, a la hora prevista.
Sin quererlo ni evitarlo
allí estaban las puertas abiertas,
como aurículas,
de par en par.
Un umbral desdibujado de cuerpos luminosos bombeando calor.
Así anduvieron de la mano hasta convertirse en
criaturas de la noche.
(Y fue la más bella derrota a las horas que jamás
se había vivido en la historia de un reloj)
2 comentarios:
dos lenguas a contra hielo, con todo lo que ello significa. qué delicia.
Sublime, Natalia.
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