Aún a riesgo de convertirse en una muñeca de trapo, se cosió los ojos a las cuencas con hilo de esparto. Lo hizo con sumo cuidado y con suficiente firmeza para así asegurarse de que no podría arrancarse las órbitas nunca más. Viera lo que viera.
Trabajó hábilmente, durante un largo rato, saboreando la impresión de alivio que le proporcionaba cada remiendo de esos globos húmedos y frescos. La certeza de la unión eterna entre sus ojos y su alma le colmaba de tranquilidad.
Después de horas sumido en aquel trabajo de alta costura, por fin, el último punto de sutura, el pespunte catártico.
Guardó la aguja, el dedal y las sobras de hilo de esparto dentro de la sombra que proyectaba su cuerpo.
Después, corrió en busca de la única entrada de claridad que había en aquella casa.
Cogió aire, con una fuerza que le desgarró medio pulmón y con un movimiento de cabeza similar al de una fiera hambrienta, miró hacia la ventana.
Y de nuevo, pudo ver la luz.
4 comentarios:
señorita vargas, está usted que se sale. me ha encantado (muy mucho).
muñequita de trapo...coja su hilo de esparto y cosase un very well! por la creación oscura y digna de Tim Burton
Te has salido Vargas.. Si, si. Mezcla de Tim Burton y los comics de Edward Gorey. :-)
Gracias. Pero para gustazo el mío con vuestros comments. ;))
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