6 jun 2011

Todo pasaba en un bosque hermético. Sin rimas ni ritmos de vida.

Las bestias, que dormían en trincheras de árboles de piedra, despertaron de su sueño narcótico.

Ciegas, pues se habían arrancados los ojos, se taparon los oídos con un gesto bizarro insoportable.

Caminaron en fila india por el sendero secreto de tus huesos.

Invidentes, apenas escucharon a las luciérnagas.

Sordas, casi no vieron las palabras.

Yo no paraba de estremecerme, mientras observaba su procesión ahogada. Sus cabezas sin lenguaje.

El accidente del instinto se mezcló con mi impureza.

(Y entonces recordé que un día les pisé el alma,dejé mis huellas en la esencia de un bicho. El día que me levanté matando orcos, con los ojos tristes y el cartucho medio lleno.)

1 comentario:

Carlos Pérez Rueda dijo...

Me vienen imágenes tremendas con tus escritos y me encantan las luciérnagas.